“De verdad pienso que va a valer la pena el esfuerzo que hicimos viajando aquí, porque son 14 años de mucha violencia y mucha corrupción”

Por NATHALY ALCALÁ

EL NUEVO SOL

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Los Angeles, Octubre 13, 2012

Foto cortesía de Nathaly Alcalá(al centro)

Centenares de residentes venezolanos en California dejaron a un lado sus trabajos, sus clases y sus deberes con tal de ir a ejercer su voto. Estas personas pusieron todo su empeño y dedicación en lo que serían las elecciones presidenciales del 7 de octubre de Venezuela. Llenos de ánimo, fuerza y entrega anhelaban cambiar la situación política, económica y social de su patria. A pesar de vivir lejos de su país, ellos no se olvidaron de ir a votar.

De acuerdo con la organización “Voto donde sea”, más de 25 mil venezolanos que residen en Estados Unidos se dirigieron el 7 de octubre a diferentes oficinas consulares venezolanas a ejercer su derecho al voto para elegir el presidente de Venezuela del nuevo período 2012-2019.  Según las estadísticas prestadas en la página de internet de la organización “Voto donde sea”, Estados Unidos cuenta con más de 250,000 venezolanos. Sin embargo, sólo 25,000 estaban inscritos para votar en las elecciones presidenciales del 2012. Muchos venezolanos sentían miedo de volverse a enfrentar al fraude de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales, sin embargo, no se abstuvieron y fueron a votar.

Los venezolanos en Estados Unidos contaban con ocho sedes en las cuales ellos podían ejercer su voto:  Boston, Chicago, Houston, New Orleans, Nueva York, San Francisco, Washington DC y Puerto Rico. En mi caso, me correspondió ir a votar a San Francisco. El 5 de Octubre partí desde Los Ángeles hasta San Francisco junto con otros ocho venezolanos los cuales al igual que yo se encontraban llenos de esperanza, alegría y optimismo de saber que podían salvar a su patria querida de las manos de un gobierno corrupto que aparenta democracia.

Todos éramos estudiantes, por lo cual tuvimos que hacer un esfuerzo para poder pagar el viaje: gasolina, hospedaje, comidas y más. Sin embargo, con nuestros ahorros pudimos emprender nuestro camino hacia San Francisco.  Salimos a las 11 a.m. del viernes, justo después de clase. Me acompañaban estudiantes de Los Ángeles, Santa Bárbara y Ventura. Una vez estando todos juntos, nos saludamos y abrazamos con alegría e ilusión por que sabíamos que algo bueno nos tenía deparado el domingo.

En el camino hablábamos de todo lo que nos imaginábamos que iba a pasar el día después de las elecciones. Nos imaginábamos despertándonos un 8 de octubre al sonido del arpa, cuatro y maraca. Nos imaginábamos viendo cohetes repletos de colores y esplendidas caravanas en las calles de Venezuela en donde la gente se abrazaba entre desconocidos reflejando alegría y libertad. Nos imaginábamos aviones aterrizando en Venezuela, en donde se encontraban aquellos venezolanos que habían tenido que emigrar  por razones políticas, económicas y de inseguridad. Nos imaginábamos a los venezolanos quitando los cercos de seguridad de sus casas por que ya la inseguridad había acabado.

Llegamos agotados pero satisfechos por haber dado el primer paso. El sábado hable con uno de los estudiantes venezolanos que se encontraba conmigo en este viaje. Andrés Guillermo Villalobo me dijo las razones por las cuales fue a votar a San Francisco: “En estas elecciones tenemos la oportunidad de cambiar la calidad de vida que tiene la gente en el país y de verdad pienso que va a valer la pena el esfuerzo que hicimos viajando aquí, porque son 14 años de mucha violencia y mucha corrupción y no creo que seis años de lo mismo pueda ser bueno para el país” dijo Villalobo.

La noche anterior, ninguno de los estudiantes logró dormir de los nervios. La ansiedad nos comía lentamente, así que nos mantuvimos despiertos escuchando las noticias de nuestro país. A las ocho a.m. del día 7 de octubre nos dirigimos al Consulado de Venezuela, lugar en el cual ya se encontraban más de 100 venezolanos que al igual que nosotros lucían hermosas sonrisas en sus rostros y unos ojos llenos de esperanza.

Al llegar al Consulado de Venezuela nos sentimos como en casa. Sentimos el calor y el sabor venezolano el cual hay que vivirlo para poder sentirlo, porque es indescriptible, único y especial. Muchas de estas personas ya habían votado, pero sin embargo decidieron quedarse a las afueras del consulado para corear canciones, gritar consignas, tomar fotos, agitar banderas, hablar con la prensa y esperar los resultados. Cada minuto que pasaba la gente se convertía en estruendo y algarabía. Después de votar, sentí la necesidad de escuchar lo que pensaban las personas que se encontraba a las afueras de dicha institución.

Al hablar con la gente, percibía sus emociones y me asombraba al ver los distintos lugares de los cuales venían, como era el caso de Edibel Diberd, la cual viajo desde Napa para ejercer su voto y decía que: “Venezuela necesita un cambio y definitivamente Capriles es el cambio para Venezuela”.  Sin embargo, también podíamos hallar mujeres que iban desde Bakersfield, como era el caso de María Eugenia Ríos, la cual se encontraba con un atuendo muy particular; ella vestía su gorra tricolor junto con dos banderas de su país: una la usaba como chal y la otra la sujetaba con sus manos. Cuando le pregunté a Ríos porque consideraba que Capriles podía devolverle la libertad a Venezuela, ella respondió: “Henrique reúne todo lo que una madre desea que sea su hijo. Exitoso, no tan solo profesionalmente, sino exitoso de tener una vida ejemplar”.  Si bien también, habían ciudadanos que rompían en llanto de sólo preguntarles cómo se sentían de estar rodeados de  gente venezolana, como fue el caso de Juan Pacheco el cual reside en Los Ángeles.

El calor y el sabor venezolano se sentía por doquier. Los venezolanos se abrazaban sin conocerse yse unían con un solo objetivo: salvar a su amado país. Ellos gritaban sin miedo: “Fuera Chávez”; “Se ve, se siente, Capriles presidente”, y miles frases más.  Al marcharme del Consulado lo hice feliz y con un minutero en mi corazón, el cual marcaba los segundos que faltaban para que dieran los resultados.

Cuando íbamos de vuelta a nuestros hogares, escuchábamos las noticias y hablábamos de lo que podía estar sucediendo en Venezuela. Estábamos felices porque sabíamos que Henrique Capriles Radonski no nos defraudaría y que el pueblo venezolano tampoco lo haría; sabíamos que muchas personas habían salido a votar al igual que nosotros y que el cambio estaba por ocurrir. Se hicieron las 8 p.m. (10:30 p.m. en Venezuela) cuando anunciaron los resultados. El presidente Hugo Chávez había ganado con un 54.42%, mientras que el candidato Henrique Capriles Radonski sólo obtuvo el 44.97% de los votos. El silencio invadió el carro y se mantuvo así por más de 15 minutos.

Me sentí en un funeral en vez de en el carro con mis amigos. Una tristeza inmensa me invadió, comparable a la que uno siente cuando muere un familiar. Sentí como si hubiesen matado a mi Venezuela querida. La impotencia me consumía el corazón, el cual me hablaba fraude, mientras la mente me hablaba de ignorancia. La esperanza murió al instante y empecé a llorar como nunca antes. En ese momento recordé la entrevista que le había realizado a Patricia Andrade, quien es la directora de derechos humanos de la organización “Venezuela Awareness Foundation” en Miami, la cual me dijo “Nosotros pensamos que no va a haber lamentablemente cambio, pensamos que el fraude esta montado y pensamos de que los resultados fraudulentos serán a favor del Presidente Chávez”; de ésta manera respondió la directora de derechos humanos.

Al transcurrir el tiempo, seguíamos en silencio. Mientras, yo me preguntaba: ¿ si el Presidente Chávez había ganado por fraude, entonces porqué no se hace algo al respecto?. Y he ahí cuando me acordé  de lo que me dijo el ex Teniente de la Guardia Nacional José Colina Pulido, el cual fue militar activo en Venezuela y actualmente es presidente y fundador de la organización “VEPPEX” Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio localizada en Miami: “No tengo la menor duda de que Henrique Capriles Radonski tiene la mayoría de los votos, no la tengo, tengo duda es de que tengamos la capacidad de defender esos votos a la hora de que el gobierno intente cometer el fraude, que siempre ha estado acostumbrado a hacerlo y que por falta de enfrentamiento y por falta de una posición firme de la oposición y de la sociedad le ha permitido mantenerse en el poder”.

Estas palabras sabias de Colina, el cual también perteneció al grupo de los 133 militares que se rebelaron en contra de Hugo Chávez el 4 de octubre del 2002 por considerar que el régimen de Chávez estaba violando las leyes de la constitución, me terminaron de hacer entender que somos mayoría, pero que el miedo a que ocurra una guerra civil en Venezuela nos consume lentamente, hasta un punto en el cual nos da pavor salir a manifestar nuestros derechos humanos.

El Silencio continuaba en el carro, cuando de repente en la autopista 101 de California nos pasó un carro tocándonos corneta, el cual asomaba la bandera de Venezuela y la gorra que le hacía campaña al candidato Capriles. Este venezolano, al cual no conocíamos, se dio cuenta de que éramos paisanos ya que la camioneta en la cual nos encontrábamos tenia una calcomanía inmensa que decía: “VENEZUELA”.

La sonrisa de este venezolano le devolvió la ilusión y la paz a nuestros corazones. Él nos demostró que a pesar de haber perdido la “quizás” última oportunidad para la democracia de Venezuela, seguíamos siendo un país espléndido. Nos dimos cuenta que los venezolanos somos únicos y que sin importar las dificultades por las cuales estemos pasando, seguíamos alegres y unidos. En ese instante supe que a pesar de todo, somos y seguiremos siendo “el país más feliz del mundo”.